El clásico cine 3D con sus entrañables gafas bicolor de cartón ha muerto. ¡Larga vida al nuevo 3D!
En los años 50 ese viejo 3D se puso de moda en los EEUU. No tan solo el cine, sino también los cómics, la fotografía o la publicidad hicieron uso de ese invento. Pero poco a poco fue cayendo en desuso, en parte por culpa de la mala calidad de los sistemas de proyección que se utilizaban en los cines, así como de los contenidos mismos. Con la aparición del cine digital todo ha cambiado. Ahora la viabilidad a largo plazo de este formato dependerá de la voluntad de los cineastas de crear sus historias y diseñar sus películas especialmente para la tercera dimensión, sin limitarse únicamente a convertir el material en 2D a formato 3D.
Eso es precisamente lo que Disney y Pixar han hecho , por lo pronto: para abrir boca ante el estreno previsto para el verano del año que viene de la tercera entrega de Toy Story, han proyectado la primera parte -la opera prima de Pixar de 1995-, que revolucionó para siempre la animación por ordenador y ahora se verá enriquecida -y nunca mejor dicho- por el enorme tirón comercial de la novísima tecnología 3D. Piensan hacer lo mismo a principios del 2010 con la segunda parte, y luego estrenarán Toy Story 3, 3D. ¿Estará también ésta dirigida, al igual que las dos anteriores, por John Lasseter?
Vamos a la luna, de Ben Stassen (dirección) y Domonic Paris (guión) es una película en la que unos preadolescentes moscas intentan colarse en el Apolo 11 para llegar junto a los humanos a la luna. Se trata de una película infantil agradable de ver, pero nada destacable. Más que por sus hallazgos cinematográficos será recordada por ser pionera, por ser el primer largometraje de animación por ordenados exclusivamente diseñado, creado y producido para ser visto en 3D, gracias a la empresa NWave Pictures, una de las más importantes productoras de material original en 3D para cines IMAX y parques temáticos. Lo curioso es que se trata de una película belga que fuera de españa llevaba casi dos años editada en dvd (!).
También hemos podido ver la estupenda Los mundos de Coraline, dirigida por Henry Selick (director también de Pesadilla antes de Navidad, aunque muchos pensaran que era de Tim Burton; error: éste último era el productor) y basada en una novela del escritor Neil Gaiman, también el celebrado guionista de cómics tan innovadores e importantes como Sandman. La particularidad era que, a pesar de utilizar una técnica para su visionado tan moderna, fue realizada por medio del maravilloso stop-motion. Pocas veces unir tradición y adelantos técnicos ofrece tan grato espectáculo. Partiendo en un principio de la idea básica de la Alicia de Carroll, el Mago de Oz de Baum e incluso el cuento de Hansel y Gretel, la experiencia resulta difícil de explicar. Hoy en día los niños no se asustan de casi nada, pero si yo hubiese visto esta peli de pequeño, seguro que habría tenido alguna pesadilla... aunque me habría encantado.
Por supuesto, hemos podido disfrutar de la interesante UP, dirigida por el guionista de Wall-E (otra gran obra que tal vez no ha tenido la repercusión que merecía) y Toy Story, y el director de Monstruos S.A., Peter Docter, y su compañero Bob Peterson, guionista de Ratatouille y Buscando a Nemo. Es un sentido homenaje a las películas de aventuras, una original historia que prácticamente te obliga a soñar y en la que todo va más allá de los productos y la publicidad porque, en realidad, lo que importa es ella misma.
No podemos decir lo mismo de Monstruos contra alienígenas, de Rob Letterman y Conrad Vernon, un espectáculo portentoso en lo visual que en los primeros momentos imcluso desconcierta de lo alucinante y vertiginosa que resulta la experiencia, sin duda genial como pasatiempo para toda la familia, pero con una gran decepción en sus contenidos. Uno esperaba algo más de una parodia de las clásicas películas de bichos gigantes e invasiones del espacio exterior, pero, una vez asimilado el nuevo impacto visual, el relato se desinfla en una historia tan esquemática y previsible que apenas mantiene el interés gracias a esporádicas chispas de un humor que se conforma con explotar lo referencial y metacinematográfico. Lo mejor de la película es ese mensaje que se da de que más vale ser un monstruito (entiéndase como sinónimo de freak) que adocenarse en una vida subyugada. Pero Dreamworks sigue sin superar a Pixar; lo siento, sr. Spielberg.
De G-Force, licencia para espiar, de Hoyt Yeatman para Disney, mejor no hablar. Es otro producto tipo Monstruos contra alienígenas, con menos gracia aún que ésta, que carece de alma, de verdadera diversión, de magia... y que tal vez solo encantará a los menores de doce años. El que esto sea bueno o malo, lo dejo a la elección del lector.
Así que, ¿nos encontramos ante un nuevo invento multimedia para sacarnos los cuartos a base de espectacularidad y nulas pretensiones no ya artísticas, sino simplemente expresivas y comunicativas, o ante el nacimiento de un nuevo lenguaje cinematográfico creado expresamente para el nuevo formato del 3D digital? El tiempo y las obras lo dirán.
Bueno, de un plumazo he despachado varios comentarios que tenía pendientes. Sirva este artículo para demostrar que Cartoonia está al tanto de lo que se hace actualmente, que luego me dicen que si estoy anclado en el pasado y la nostalgia y tal. Pues no.
2 comentarios:
Te has puesto las pilas, ¿eh?
Con tanto 3D, primero el de verdad, el de animación y ahora con el de las gafitas, se nos está olvidando que lo importante son las historias y la calidad de la animación. Los ejemplos que das son majos, pero mira que hay "truños" que se venden bien por ser animación 3D frente a películas más que decentes en 2D.
En fin, mi opinión.
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